En todo tiempo, el hombre ha intentado superar los resultados que ha
ido consiguiendo en el sucesivo progreso de las generaciones. Para convencerse
de ello basta con observar el interés que todos los pueblos han manifestado
siempre por la máxima exactitud en la confección de los cuadros
genealógicos.
El hombre ha utilizado los medios que la naturaleza ha puesto a su
alcance, incluso en tiempos muy recientes, con la esperanza o con el deseo de
engendrar individuos de élite, sólo ha empleado procedimientos extremadamente
simples. Ya Platón había teorizado que en su República solamente los
individuos particularmente bellos y dotados deberían reproducirse. Los nazis
propusieron teorías semejantes, seleccionando reproductores según unos
conceptos simplistas.
Para dar una idea que facilite la com-prensión de la dificultad del
método, me serviré de una anécdota. La famosa danzarina Isadora Duncan,
admirada por su belleza, aunque no tanto por su su-tileza de espíritu,
conversando un día con Bernard Shaw quedó hasta tal punto subyugada que (e
propuso: "Maestro, nosotros deberíamos tener un hijo, porque tendrá vuestro
espíritu y yo le daré mi belleza". Bernard Shaw, después de reflexionar un
instante, le respondió: "Si madame; pero ¿y si ocurriese lo contrario?".
La intervención del hombre sobre las manifestaciones de la vida ha
aumentado de manera notable en un reciente pasado, en todas sus posibilidades.
Desde el pa-leolítico hasta nuestros días, domesti-cando a los animales y
seleccionando las plantas, el hombre ha hecho ciencia genética respetando los
fenómenos naturales.
Sólo desde un tiempo muy reciente el mayor conocimiento del modo de
trans-misión de la vida ha roto este equilibrio con la introducción de
técnicas que los procesos naturales no podían llevar a cabo.
Por poner solamente algún ejemplo, la utilización a gran escala de
la inse-minación artificial en animales de granja ha permitido superar
barreras geográficas y comportamientos sexuales que de otro modo habrían sido
insuperables. Del mismo modo, la manipulación genética de las bacterias ha
permitido recientemente modificar a voluntad algunos carácteres ge-néticos, y
crear matrices que ninguna selección natural o artificial habría permitido
producir.
Un aumento tan explosivo de nuestros conocimientos puede convertirse
en un formidable peligro, puesto que las mani-pulaciones genéticas parecen
ahora aplicables también al hombre.
Esta brutal ruptura de un equilibrio mi-lenario entre el ser pensante
y la natura-leza viviente da origen a una profunda angustia. ¿Posee nuestra
generación la sa-biduría suficiente para emplear con pru-dencia una biología
desnaturalizada?
Sin detenernos demasiado en los meca-nismos moleculares de
transmisión de la vida, y sin entrar en los detalles de las técnicas de
laboratorio es posible exami-nar rápidamente las aplicaciones previsi-bles de
los métodos de que actualmente disponemos.
Haut
Modificaciones genéticas en las bacterias
Conocemos que la información genética se transmite por una molécula
específica: el DNA. El orden en que las bases purínicas y pirimidínicas
están dispuestas en esta larga molécula determina un código genético
concreto. Algo así como lo que ocurre con una cinta magnetofónica, en la cual
hay grabada una sinfonía completa: los cromosomas contenidos en el DNA y
situados en el núcleo de cada célula son los portadores de la información
genética.
De la misma manera que, al poner en marcha un magnetofón, éste nos
trans-mite exactamente la música registrada en la cinta, el material genético
contenido en un núcleo celular dicta a la célula y a sus descendientes un
comportamiento particular.
Haut
La escisión del DNA
En organismos rudimentarios como las bacterias, la molécula de DNA
puede ser modificada con relativa facilidad. Desde hace años se conocen
enzimas capaces de romper la molécula en puntos exactamen-te determinados; es
posible de esta forma preparar partes separadas que pueden ser insertadas con
extrema precisión entre los trozos obtenidos al romper la molécu-la. De esta
forma se puede extraer un segmento de DNA de un organismo cual-quiera e
insertarlo en el patrimonio gené-tico de una bacteria. Todavía dejan mucho
que desear la precisión y la eficacia, pero el principio es ya algo
indiscutiblemente admitido.
Tales fenómenos son completamente diferentes de las mutaciones
ordinarias.
Haut
Las mutaciones provocadas
Desde hace mucho tiempo sabíamos que las radiaciones atómicas, o
ciertas sustancias químicas altamente reactivas, como los "radicales libres",
podían modi-ficar localmente la molécula de DNA, produciendo un cambio fácil
de localizar, como si se tratara de una errata debida a la inadvertencia del
tipógrafo.
Estas mutaciones, estables y transmisi-bles desde el primer momento,
eran absolutamente imprevisibles. La irradiación incidía en cualquier lugar,
y no se podía prever cuál de los genes iba a ser afectado, ni en qué sentido
iba a ser modificado. De ahí la necesidad de estar aten-tos a los resultados,
negativos en la ma-yoría de los casos, y de seleccionar en su caso las
modificaciones interesantes que, por suerte, se hubieran producido.
En todo caso, esas mutaciones pro-vocadas sólo podían modificar a
ciegas un gen preexistente; nunca podían insertar uno nuevo.
Haut
Las mutaciones controladas
La inserción de nuevos genes es posi-ble en las bacterias
utilizando como vehículo un virus, un bacteiófago que transfiere un fragmento
extraño al interior del l cuerpo bacteriano. Conjugando las dos técnicas -la
de la ruptura del DNA y la de la introducción por medio de un agente vector-,
se podrían llegar a producir monstruosidades, y podrían obtenerse bacterias
que contendrían un gen de origen humano.
A priora podría proponerse la fabricación por ese sistema de
ciertos productos útiles, cuya síntesis es extremadamente delicada
(polipéptidos hormonales, medicamentos diversos, etc.), transformando cultivos
bacterianos en fuentes de producción poco costosas y fantásticamente
especializadas.
Dado que, no obstante, la incertidumbre de las manipulaciones hace
temer la aparición de agentes patógenos ahora desconocidos y resistentes a
cualquier antídoto, y que, además, modificaciones imprevistas podrían
convertir en cancerígenos agentes hasta ahora benignos, la Academia de las
Ciencias de Washington ha propuesto un aplazamiento de estos experimentos,
mientras sus consecuencias sean todavía mal conocidas.
Tanta prudencia podrá parecer quizá exagerada. Para algunos será
un recuerdo de aquellos antiguos temores que imaginaban a los viajeros
asfixiados por la ve-locidad de los trenes, o de aquella suposición que
preveía un aumento de las roturas de tobillo como consecuencia de la
construcción de las aceras; cuestiones que fueron debatidas en otros tiempos
en doctas Academias.
Mas esta precaución es una sabia me-dida para prevenir riesgos, muy
poco probables, es cierto, pero que no se pueden excluir a príori.
Resulta extraño que esta prudencia se tenga menos en cuenta cuando
se trata de llevar a cabo las nuevas manipulaciones en el hombre. Es igualmente
chocante que en los escritos de los mismos científicos se considere con temor
las modificaciones de tas bacterias, mientras encontramos las más variadas
proposiciones de intervención en los seres humanos.
Esta contradicción es quizá el riesgo más grave de una falta de
criterio por parte de los científicos.
Si se predica la cautela en los experimentos sobre bacterias, y por
otra parte se consideran con ligereza las manipulaciones más atrevidas sobre
el embrión humano, esto significa que el respeto hacia los semejantes se va
oscureciendo en las sociedades "avanzadas", en las que sólo se toman en
consideración las posibilidades que ofrece la técnica.
Nos damos cuenta de que estamos caminando hacia la construcción de
una ciencia, como hacia un "tipo de moral", rígidamente empírica, basada en
la probabilidad de que una acción mala constituya un peligro para quien la
lleva a cabo y no para quien la padece.
Haut
Manipulación de los genes en el hombre
Aplicar a nuestra especie los éxitos obtenidos con las bacterias es
una extra-polación atrevida, que gusta especialmente a los
sensacionalistas.
A priori, sería muy de desear la sustitución de un gen defectuoso.
Se podría realizar o bien insertando, en lugar del gen anormal, un segmento de
DNA del tamaño adecuado y portador de la información genética que se desee,
o bien infectando la célula con un virus portador de un factor gonóticu
útil, cnpaz de crecer sin causar daños,
El interés de estas manipulaciones es evidente.
En un gran número de afecciones genéticas, el enfermo es incapaz de
reaccionar con reacciones químicas particulares, y toda la técnica de
sustitución muestra que cuando una reacción así se puede poner en
movimiento, el enfermo "sana". Es el clásico fundamento de la curación de la
diabetes mediante insulina.
Sean cuales sean las declaraciones sensacionalistas de la prensa, la
terapéutica por medio de la inclusión del gen está fuera de nuestro alcance,
y lo seguirá estando durante un tiempo todavía imprevisible.
Sin querer profetizar, pues todo el mundo sabe la rapidez con que se
desarrollan las concepciones de la ciencia, podemos decir que los peligros de
la biología desnaturalizada no provienen hoy día de estos métodos, al menos
en lo que a nuestra especie se refiere.
Otras son (as manipulaciones que hemos de considerar con extrema
prudencia, no fundamentadas en elementos del código genético, sino en
sistemas ya más complejos: ante todo, las de las células productoras,
después las del embrión y el feto, y por último las del adulto mismo.
Existen riesgos muy reales -puesto que están ya codificados los
métodos- que deben discutirse.
Haut
Acciones sobre las células reproductoras
Es relativamente fácil manipular tas células masculinas, los
espermatozoides, que están perfectamente equipados para sobrevivir fuera de su
tejido de formación y son capaces de soportar y de efectuar, por sí solas, el
inmenso y peligroso viaje desde la cavidad vaginal "hasta la bolsa de la trompa
de Falopio, al final del cual están en condiciones de ponerse en contacto con
el óvulo fecundado.
Haut
El frió intenso
Sometiéndolos al frío intenso (a unos 180° bajo cero en
hidrógeno líquido) es posible conservar los espermatozoides durante más de
diez años. Teóricamente. si la conservación se lleva a cabo lo más cerca
posible del cero absoluto, debería ser casi indefinida.
A un frío de esa intensidad corresponde una detención de todas las
actividades químicas, y las células quedan así fijas en una especie de
suspensión de su duración fisiológica. Si se ha tenido cuidado de hacer
descender la temperatura progresivamente y de poner al espermatozoide (o a
cualquier otro tipo de célula) en un ambiente adecuado, que permita a las
moléculas solidificarse como un "cristal" y no como un puñado de cristales,
su estructura íntima quedará enteramente preservada.
Después de un calentamiento, las células se reactivan y los
espermatozoides recuperan su movilidad y su poder fecundante.
Así se hacen posible ulteriores utilizaciones, y algunas ya han
sido realizadas.
Haut
El banco de esperma
Se puede razonablemente convenir en que sería extremadamente útil
conservar el semen de un reproductor, como se hace con las semillas de las
plantas. En veterinaria este procedimiento rinde enormes servicios, porque es
posible, después de algunos ensayos, comprobar la calidad de la descendencia
de un garañón o de un toro antes de utilizar la inseminación artificial a
gran escala.
En nuestra especie, la inseminación se utiliza sobre todo para
suplir la imposibilidad de fecundar.
Por ejemplo, muchos miles de niños americanos nacieron de padres
alejados de su casa durante la guerra de Corea. Todos estos niños eran
biológicamente legítimos (salvo error de probeta).
La inseminación es un acto relativamente sencillo, ya que depositar
el semen en el cuello del útero o de la cavidad misma no es más que una de
las etapas del proceso natural.
La otra utilización se refiere a la infecundidad masculina; en este
caso se utiliza el esperma de un donante. Aquí los hijos son adulterinos,
puesto que su padre biológico no es el marido de su madre.
Sería legitimo temer numerosas conse-cuencias psicológicas para la
madre y para el niño, aún cuando haya opiniones di-versas sobre este punto.
En todo caso, biológicamente los niños son absoluta-mente naturales como los
hijos adulteri-nos o los legítimos.
La idea de seleccionar el semen de algunos sujetos considerados
superiores no ha dejado de ser lanzada. El fallecido premio Nobel, Müller,
propuso sustituir el honrado viejo método de hacer niños por una
inseminación voluntaria. Como donantes propuso entre otros, a Pasteur, a
Lenin, a Stalin. En otra publicación inmediata al acceso de Krushef al poder,
el nombre de Stalin había desaparecido. Todo el mundo puede darse cuenta de
las dificultades que encierra la elección...
Un riesgo ulterior, más insidioso, es el de las fecundaciones
incestuosas ignora-das. En una ciudad pequeña, si el mismo "donante" ha sido
utilizado para engendrar numerosos descendientes, existe el riesgo de que
lleven a cabo matrimonios entre hermanastros y hermanastras que ignoran
totalmente su parentesco, y es verosímil que se hayan dado ya casos como
éstos en los Estados Unidos.
En estos casos se pueden imaginar todos los riesgos que lleva
consigo la consanguineidad y sus efectos negativos sobre la descendencia.
Haut
La elección del sexo
Desde la más remota antigüedad, el nacimiento de un número más o
menos igual de varones y de hembras ha dado lugar a muchas hipótesis y a un
número todavía mayor de métodos empíricos con el fin de procrear hijos o
hijas a voluntad. Hasta ahora sin éxito.
Como todo el mundo sabe, el hombre posee 46 cromosomas, y en el
varón encontramos una X y una Y. En la fase de producción de las células
reproducto-ras, solamente la mitad exacta de los 46 cromosomas se encuentran en
el esper-matozoide. Esto quiere decir que cada cé-lula lleva 23 cromosomas, o
sea, un elemento de cada uno de los doce ejemplares, un cromosoma n.°, 1, uno
n.° 2, y así sucesivamente hasta el n.° 22, y por último una X o una Y, ya
que estos cromosomas sexuales no son del todo idénticos. (En la mujer, que
lleva dos X, cada óvulo contiene también 23 cromosomas, y por tanto siempre
un X).
Vemos, pues, que es el espermatozoide fecundante el que determina el
sexo del naciturus. Si lleva una X, el nacido será XX, es decir, mujer. Si
lleva una Y, el nacido será XY, es decir, varón.
Al parecer, con una coloración especial se puede reconocer si el
espermatozoide lleva una X o una Y. Pero esta intervención implica la muerte
de la célula.
Se han propuesto los sistemas más diversos para la elección del
sexo del naciturus, pero aún no ha sido señalado ningún éxito
sustancial.
Suponiendo, y no tiene nada de imposible, que un día se descubra un
método eficaz, e! problema consistirá en dejar que la pareja elija el sexo
del naciturus. Como muy bien dice Jean de Grouchy en Los nuevos Pigmalines, el
Estado deberá disponer de computadoras para saber cuál será el método mejor
para satisfacer el deseo de la mayoría de los genitores (de los que desean un
hijo) y, al mismo tiempo, conservar el equilibrio de los sexos en la siguiente
generación. A primera vista se puede ya dar la respuesta que las computadoras
elaborarán después de infinitos cálculos: el único método para evitar
cualquier favoritismo o deliberada injusticia consiste en dejar que las cosas
sigan su camino (como antes).
Haut
La selección de los genes dañados
Una aplicación todavía más lejana en el tiempo podrá ser la
invención de una especie de filtro capaz de detener los espermatozoides
portadores de un gen da-ñados, y sólo dejar que alcancen su meta los que
están sanos.
En realidad, cuando un individuo, en la misma función química, es
portador de un gen normal y de uno patógeno, transmite el uno y el otro
indiferentement, es decir, con una probabilidad de un 50 por 100. De aquí el
evidente interés teórico de una manipulación que anularía prácticamente
las memoras genéticas de cada generación. En la actualidad es posible afirmar
que un niño sobre cada cien está afectado por una enfermedad de origen
hereditario.
En este terreno aún no se ha inventado ninguna manipulación, pero
sería presuntuoso negar a priori toda posibilidad de inventarla.
Haut
La manipulación de los óvulos
Los intentos de intervenir en la célula femenina, el óvulo, son
mucho menos numerosos y mucho menos fáciles de realizar, ya que el número de
estas células es limitado: una, como término medio, por cada ciclo
menstrual.
De todas formas, se conocen diversas combinaciones hormonales
adecuadas para provocar ovulaciones múltiples, y parece ser que con ellas
será posible obtener de determinados donantes una decena de óvulos maduros.
Podrán ser conservados en frío intenso y utilizados más tarde. .
Haut
Implicaciones morales
Como puede verse, dejando aparte las teorías que dan como cierta su
utilización con el fin de mejorar la raza humana, la manipulación de las
células reproductoras podría resultar más útil que perjudicial.
Es posible pensar que más graves serían sus efectos psicológicos.
La disociación entre paternidad y acto de amor, que se ha querido comparar con
la sublimación afectiva que se da en la adopción, es en la realidad muy
diferente, porque uno de los procreadores, la madre, es un genitor biológico
bona fide, mientras que el otro, el padre, es absolutamente extraño a sus'
hijos.
La generalización de estos métodos podría conducir a la creación
de una "fractura" todavía mayor entre las generaciones, con toda la
inestabilidad afectiva y racial que podemos intuir.
Haut
La manipulación del embrión
Una perspectiva diferente será la fabri-cación in vitro del hombre
mismo.
Haut
La fecundación in vitro
Pudiendo disponer de un buen número de óvulos y de
espermatozoides, resulta muy sencillo obtener la fecundación en un ambiente
sintético, eventualmente bajo control microscópico. No debemos olvidar que es
de esta manera como se efectúa, de modo natural, la fecundación de numerosas
especies acuáticas, sin el acoplamiento de los individuos.
Estos experimentos son fáciles con los animales; ratones concebidos
in vitro y después implantados en una madre adoptiva se han desarrollado
perfectamente. Este experimento se ha intentado también con el hombre. En un
ambiente apropiado, el huevo así fecundado se divide hasta un número de
células de 16 a 32 y comienza a organizarse. Parece ser que se puede alcanzar
el estadio en el cual el huevo se implanta en la mucosa uterina (hacia el 5.°
o el 7.° día). Más allá de este punto, por la ausencia de esta mucosa
nutritiva que ningún producto sintético puede actualmente sustituir, el nuevo
ser degenera y muere en pocos días.
Haut
Las amas de cria uterinas
Con una preparación hormonal adecuada, todas las mujeres que están
en condiciones de procrear podrán ser preparadas para recibir uno de estos
jovencisimos embriones. Ya se hace con relativa facilidad con los ratones.
Destinado en teoría a suplir la impo-sibilidad de concebir, por
ejemplo, a causa de un bloqueo de (as trompas uterinas, esta inserción
después de la fecundación in vitro está al alcance de nuestra mano.
Esta manipulación romperá el último ***
Se consentiría que una mujer deseosa de tener un hijo lo confíe, a
los pocos días de la fecundación, a un ama de cría uterina. Se podría
llegar hasta la mórula en la trompa con una pequeñísima incisión en la
pared abdominal (laparoscopia) e insertarlo inmediatamente en una receptora
preparada.
Después de nueve meses, el ama de cría traerá al mundo un niño
no suyo, y lo devolverá a la madre genética (eventualmente mediante
remuneración).
Las consecuencias afectivas serán todavía más graves que las que
recordábamos al hablar de la inseminación artificial.
Venemos resquebrajarse el último ligamen natural entre las
generaciones. Si siempre se ha podido tener una duda acerca de la paternidad en
ciertos casos, no podría haberla nunca acerca de la maternidad después de
haber asistido a un parto. Ahora vemos que este lazo puede ser totalmente roto,
por lo menos en algunos casos particulares.
Algunos afirman que, este sistema es muy similar al del ama de cría
tradicional, a amamantar al niño en los casos en que la madre no puede
hacerlo. Yo no lo creo. Por el contrario, creo que sería degradar la dignidad
de la madre y el respeto que se debe tener hacia la maternidad. Temo incluso
que, el hecho de entrar en posesión de esa técnica, pueda contribuir a la
ruina del buen sentido natural y del respeto que tenemos por los seres
humanos.
Haut
Los híbridos contra natura
La barrera genética entre las especies está constituida, como es
sabido, por las diferencias existentes en las estructuras cromosómicas y no
por una incompati-bilidad entre los patrimonios genéticos propiamente
dichos.
Así ocurre con la hembra del asno y con el caballo, cuyo híbrido
es el burdégano (o el mulo, si se trata de una yegua y un asno). El híbrido
es perfectamente viable y está bien constituido, pero es estéril. De ahí la
imposibilidad de transferir el gen de un asno a un caballo o viceversa.
Desde hace poco tiempo sabemos que la semejanza de los genes del
hombre y del chimpancé es muy grande, y que sus diferencias cromosómicas son
mucho menos marcadas que tas que existen entre el asno y el caballo. Si tomamos
en consideración todas las letras que componen el mensaje, nos damos cuenta de
que somos semejantes en un 99 por 100.
Hasta el presente no se nos han dado a conocer los intentos de
obtener híbridos contra natura, mediante fecundación in vitro e inserción
uterina posterior. Nadie sabe a priori qué estadio de desarrollo se podría
alcanzar, pero es cierto que la tesis mantenida por Vercors en Glí animalí
denaturati se convertirá en objeto de discusión científica, sin olvidar las
consideraciones filosóficas y morales relativas no tanto a los eventuales
resultados cuan- ***
Haut
Los cultivos de células híbridas
Cosa totalmente distinta es la técnica de hibridación forzada
entre células ordinarias, es decir, no reproductoras. Con la ayuda de una
infección vírica (virus de Sendhai), la manipulación consiste en cultivar en
contacto entre sí células de dos especies diferentes. Sorieul ha descubierto
que las células se fusionan y ponen en común sus complejos cromosómicos.
Durante las generaciones sucesivas, tal ligamen se debilita y poco a
poco los cromosomas de una de las dos especies son rechazados uno a uno (o poco
menos). Los genitistas han aprovechado este proceso para descubrir qué
cromosoma (el 1.°, el 2.°, etc.) es portador de un determinado gen. Por
ejemplo, basta con escoger desde el principio celulas humanas y hacer que se
fusionen con células animales portadoras de un gen anormal que las hace
incapaces de contribuir a una cierta reacción química. El híbrido celular
efectúa normalmente la reacción, pero se pierde el cromosoma humano portador
del gen "sano". Esta capacidad desaparece. Es suficiente, pues, controlando la
evolución del compuesto, observar que la reacción se produce en presencia de
un determinado cromosoma, mientras que no sucede cuando el mismo cromosoma ha
sido rechazado, y se localiza así el gen estudiado.
De esta manera han sido localizadas una decenas de genes, lo cual
representa un progreso muy importante que se está efectuando con ritmo
acelerado desde ***
Haut
La mezcla de los embriones
La conservación de embriones muy juvenes por medio del frío
intenso no presenta particulares dificultades y son posibles múltiples
manipulaciones.
Se puede trocear un embrión joven en muchas partes, según un
proceso que recuerda al que da origen a verdaderos gemelos. Se obtendrían así
"lineas" de 2, 4y 8 6 16 individuos absolutamente idénticos (para implantar en
amas de crías uterinas diversas, por cuestión de volumen). También será
posible hacer que colaboren dos o más embriones en la edificación de un solo
individuo. El poder de regulación embrionaria es sorprendente en este estadio
muy precoz, y se han podido producir ratones de parentela múltiple. El récord
es de cuatro madres y cuatro padres.
Una anomalía de esta clase existe excepcionalmente también en
nuestra especie. Algunos enfermos, definidos hermafroditas, son portadores de
células masculinas XY y de células femeninas XX, por lo cual poseen
simultáneamente caracteres tanto masculinos como femeninos. Son los
resultantes de la colaboración de dos óvulos gemelos fecundados.
Nadie sabe si la unión de un embrión de niño blanco con uno de
niño negro produciría un sujeto de calor mestizo o con pigmentación a
manchas, como sucede con los ratones. Igualmente inciertos serian los efectos
de la unión de un embrión de atleta con uno de matemático (en el supuesto de
que tales cualidades puedan preverse tan pronto), y nadie sabe si él niño
resultante acumularía las cualidariaa da sus dos "antecesores inmediatos".
Haut
La multiplicación vegetativa
Aunque el injerto y el acodo, tan apreciados por los arboricultores,
no puedan ser aplicados a los organismos superiores, diversas manipulaciones
permiten una multiplicación asexuada, es decir, de tipo vegetativo. .
Por ejemplo, sabemos, después de los experimentos de Gordon y de
King, que en los anfibios es posible extraer el nú-cleo de un huevo fecundado
y sustituirlo por el de otro. El individuo resultante posee los carácteres de
la raza donante del núcleo y no los de la donante del huevo.
Algunos núcleos celulares, como los de la mucosa intestinal, están
ciertamente en condiciones de asumir la dirección genética del huevo
manipulado, pero nunca se ha llegado a un resultado completo.
Las posibilidades de extrapolación son mucho más arriesgadas en el
hombre que en el ratón, como lo confirman los resultados obtenidos.
Veamos de qué peligros estamos por el momento a salvo. Supongamos
que el método esté bien estudiado y que el donante tenga las siguientes
características: buen padre, bello, fuerte, inteligente y, para colmo,
eminente biólogo. (No nos referimos a ninguna persona existente o que haya
existido, ya que las interpretaciones podrían ser enormemente diversas y
criticables). De algunos millares de sus células podríamos extraer otros
tantos millares de núcleos, insertar después cada uno de ellos en un huevo
fecundado precedentemente enucleado y, con la intervención de miles de amas de
cría uterinas, asistir al nacimiento de miles de pequeños ciudadanos ¡todos
bellos, fuertes, inteligentes y eminentes biólogos!
Ninguna ciencia resistirá a la formida-ble esclerosis derivada del
aflujo de un tal número de adeptos. Estando todos en posesión de los mismos
títulos de nacimiento y de las mismas dotes personales, asistiremos a una
canalización en sentido único de la evolución intelectual de toda una
generación. E! espíritu de la investigación será entonces sustituido por un
nuevo conformismo.
¿Y qué ocurriría si hubiésemos elegido éste o aquel personaje
histórico? ¿Cuál sería el nombre, cuya multiplicación en millares de
individuo p3dría ser considerada sin temor?
Parece ser que solamente en ios armadillos (pequeños mamíferos con
caparazón) la naturaleza consigue producir hasta doce ejemplares iguales a
partir de un solo ser. En et hombre, los gemelos auténticos no superan casi
nunca los dos individuos.
Haut
La partenogénesis
Otro peligro, también un tanto lejano, es el de la partenogénesis,
fenómeno poco menos que inexistente en nuestra especie (considerando la media
estadística), si bien el clásico quiste de la piel del ovario en las
jovencitas podría ser considerado como una forma lejanamente similar a este
tipo de reproducción.
A causa del determinismo cromosómico de los sexos, la descendencia
partenogenética estaría compuesta, salvo caso de accidente imprevisto,
exclusivamente por hembras. Según que la anomalía dependiese de la ausencia
de toda reducción cromosómica o de la reintegración secundaria del 2.°
glóbulo polar, las hijas serían todas idénticas entre. Si, o serían un
muestrario de todas las posibles variantes en torno al tipo común representado
por la madre.
Mientras no estemos en condiciones de emitir un juicio conclusivo
acerca de estas "mezcolanzas" embrionales, éstas no re-presentan ningún
interés para nuestra es-pecie. La Bekanofskificatión de la cual habla Aldous
Huxley en El mejor de los mundos es más una angustia que una es-peranza, y la
manipulación pura, llevada a cabo para ver, para experimentar, cuales podrían
ser los monstruos conseguibles es una tentación del espíritu de curiosidad.
no un medio de conocimiento racional.
En el estado actual de ignorancia, podemos pensar que los mismos
conocimientos, in anima vili, también los podremos obtener nosotros, a
reservas, claro está, de la tosquedad de nuestros medios de
investigación.
El único interés derivado de estos sistemas reproductivos, ya sea
por medio de las amas de cría uterinas o por medio de las probetas consistirá
en instruir a la población acerca del hecho de que el feto no es un fragmento
de ¡a madre. Será importante que se comprenda que cuando una mujer sea un ama
de cría uterina y haya tenido en su vientre un feto que no sea el suyo, cuando
lo haya traído al mundo, no podrá afirmar jamás que se trata de su hijo,
porque biológicamente no lo podrá ser nunca. En otras palabras, estas
mani-pulaciones nos enseñan lo que el mismo buen sentido nos surgiere que el
pequeño ser que vive en una mujer necesita a su madre, pero esa no es su
madre. Esto podrá demostrarse por experiencias ciertamente peligrosas, pero
que serán irrefu-tables.
Todavía es posible llegar más lejos y manipular no ya al embrión,
sino al feto. Y desgraciadamente esto se está haciendo.
Haut
La manipulación del feto
Después de que numerosos países, llamados civilizados, se han
conformado con que la vida de algunos seres no pueda ser protegida legalmente,
los fetos humanos pueden ser eliminados si su madre rechaza el papel de ama de
cría legítima.
Entonces resultan realizables ciertas manipulaciones, y ya son
practicadas tanto en el útero como fuera del útero.
Es posible, por ejemplo, administrar a la madre determinadas drogas
para ver si al comienzo de la gravidez pueden causar malformaciones del
feto.
Fuera del útero, en los abortos de 3, 4 ó 5 meses, son posibles
experimentos de neurología o de psicología.
Recordaras ciertamente el desastre de la talidomida. Se trata de una
droga calmante, muy eficaz, pero que provoca interferencias dañinas en el
proceso de for-mación de los miembros, hasta el punto de que las mujeres
encinta que tomaron esta medicina han visto a sus hijos nacer con los miembros
atrofiados o incluso sin miembros. A causa de la talidomida han nacido en el
mundo más de 15.000 niños sin brazos y sin piernas. En Francia no ha nacido
casi ninguno por una razón muy sencilla: se trataba de un producto químico
nuevo, sujeto a autorización. Esta había sido ya dada, pero por causa de la
lentitud de tos trámites administrativos, no tuvo efecto hasta la misma semana
en la que en Alemania se dieron cuenta de la catástrofe que el fármaco
produciría. Un retraso administrativo de dos años salvó a 5.000 franceses
por lo menos. (Pues nosotros también habríamos presenciado el mismo drama, ya
que nadie tenía idea de la toxicidad de aquel producto.)
Hoy en día, a las mujeres encinta que desean abortar, seles
prescriben en muchos países productos, tóxicos o no: se les promete una
cierta cantidad de dinero, se hace uno cargo del aborto, y después se examina
el feto. No está ausente el interés teórico, en el sentido de que para
ciertos productos químicos no estamos en condiciones de descubrir,
sirviéndonos de animales, si son tóxicos también para el hombre. Afirmar que
un medicamento no ha causado malformaciones en los pequeños simios no prueba
que no podría suceder lo contrario en el hombre. Y se aca-ba por servirse del
feto, después de haber decidido matarlo, como de un material de experimentos.
Actuando así se destruye el respeto que se ha de alimentar hacia un ser
humano, sobre todo si es tan pequeño y tan indefenso.
Es posible, se dirá, que estas vivisecciones sean útiles para la
ciencia, puesto que ciertos fenómenos no pueden ser estudiados más que en el
hombre mismo. Si consideramos los medios empleados, esta explicación es falsa.
La verdadera razón, por muy degradante que pueda parecer, es mucho más
mezquina. EÍ feto de chimpancé cuesta muy caro (hay que mantener su crianza),
mientras que el humano no cuesta nada.
Podemos darnos cuenta, por este solo hecho, de los peligros que una
biología desnaturalizada, preocupada sólo por la eficacia y por el dinero,
puede representar para la inteligencia y para la sensibilidad.
Haut
La salud por medio de la muerte
Merced a diversas técnicas, el destino del niño puede ser conocido
muy pronto, todavía en el vientre de la madre. Tomando una muestra del
líquido amniótico, en el cual se encuentra inmerso el feto, es posible
examinar las células del naciturus y descubrir numerosas enfermedades, tanto
cromosómicas como genéticas. En estos casos la investigación se acaba con la
eliminación deliberada de los enfermos. Hasta tal punto se ha hecho habitual
esta práctica en los Estados Unidos, que uno de sus mantenedores ha llegado a
la conclusión de que cada investigación que pretende curar a los enfermos
termina en esta solución concluyente.
"La introducción del aborto plantea un serio problema ético para
la búsqueda de medidas terapéuticas más conservadoras. Serán inseguras en
los estados precoces, y seguramente darán todavía como resultado un notable
número de niños enfermos, ya sea por un control insuficiente de la enfermedad
o por efectos colaterales del tratamiento. Por estas razones, el diagnóstico
prenatal y el aborto serán probablemente preferibles a cualquier otro intento
de terapia genética" (Ledroberg).
Es importante destacar que se trata de un Premio Nobel que se dirige
a una elite científica. Esto quiere decir que cuando se comienza a disparatar
se pierde todo contacto con la realidad. (Desde el momento en que se pueda
matar a los enfermos, ya no vale la pena curarlos! Es cierto que en una
economía de campo de concentración, si podemos eliminar a quienes ya no son
útiles, es inútil tomarse el trabajo de curarlos. Mas nosotros no estamos en
un campo de concentración. E incluso, si un niño que padece una enfermedad
grave, se ve ya desde el comienzo del examen médico que sólo puede curar
parcialmente, nos sentiremos igualmente orgullosos de hacerlo. Porque, para
nosotros, un enfermo es un hombre, no es sólo un síndrome, es un ser que
sufre, y aunque sólo podamos ayudarle en parte, esto sólo ya es muy
importante.
Estas manipulaciones eston destinadon a ensanchar el abismo que
separa a las generaciones, y bien sabemos que las leyes actuales no han hecho
nada por colmarlo, es más, las leyes sobre el aborto emanadas en muchos
países lo han leñado de sangre.
Imaginar que un progreso técnico (el diagnóstico precoz) imponga
un retorno a la solución final (el aborto) y bloquee toda la expansión de la
medicina genética, es probablemente un juicio equivocado, pero constituye una
condena, quizá involuntaria pero terrible, de la dirección que ha tomado la
biología desnaturalizada.
Haut
La manipulación del adulto
Dadas las mayores posibilidades actuales de los instrumentos de
intervención, tanto químicos como quirúrgicos, también el adulto puede ser
manipulado.
No hablaremos aquí del transplante de órganos, que plantea graves
problemas para el donante, pero que responden a la necesidad de ayudar a los
semejantes, conforme con la tendencia más noble de la naturaleza humana y con
la razón de ser de la medicina.
Dos peligros ulteriores merecen ser señalados.
Haut
La manipulación del sexo
Es cierto que es imposible transformar un hombre en mujer y
viceversa; todas las historias que refieren casos así han de ser atribuidas
solamente a un mal periodismo sensacionalista.
Por el contrario, las combinaciones hormonales unidas a la cirugía
mutilante pueden transformar el aspecto y la psicología del sujeto.
Aunque sean excepcionales, las mutilaciones que a los ojos de un
profano podrían pasar por proezas técnicas tienen como resultado hacer caso
omiso de la constitución sexual, que es modificada a voluntad.
Haut
Las manipulaciones de la sexualidad
Hay quienes hablan de los deterioros causados por los cambios
sobrevenidos en el acoplamiento sexual en nuestros países durante los últimos
años. Algunos de los peligros derivados del uso de contraceptivos hormonales
se han exagerado, otros en cambio subestimados, y es difícil hacer un balance
con precisión. Parece evidente, al menos a los ojos del especialista, que una
manipulación del delica-do mecanismo ovárico de la mujer no puede dejar de
tener consecuencias.
Un punto muy concreto, sobre el cual nuestra ignorancia es total, es
el de la ad-ministración de la "píldora" a las adoles-centes. Entre los 11 y
los 12 años se ve-rifica normalmente la revolución de la pubertad. Y sabemos
que es un momento en el que toman forma nuestras ideas más íntimas, las que
derivan de una nueva toma de conciencia del individuo: la crisis de la
adolescencia, que sigue a la de la pubertad, es el momento en el que se define
la personalidad y se dibujan los grandes rasgos del carácter. Sabemos que las
relaciones entre el sistema nervio-so de la base del cerebro y la hipófisis
son muy complicadas, pues existen trans-misiones químicas que parten de las
célu-las nerviosas para entrar en las endocrinas (es decir, las que segregan
las hormonas), y no salen solamente hormonas que van a excitar las células
nerviosas. Ahora sa-bemos que esto sucede en ambos senti-dos de manera
extremadamente compli-cada. También sabemos que el sistema nervioso no llega a
su acabamiento hasta los 17 ó 18 años. Este proceso y el funcionamiento del
cerebro dependen en parte de los equilibrios hormonales. Nadie sabe qué
efectos, por causa de la pertur-bación química de la píldora, puede sufrir
un organismo de 12 ó 13 años, todavía muy lejos de una madurez completa.
Cuando observamos que un número nota-ble de jovencifas utiliza la píldora, no
po-demos por menos que espantarnos ante tanta imprudencia.
Uno de los aspectos menos evidentes (junto a las eventuales
repercusiones sobre el desarrollo de los carácteres se-xuales primarios o
secundarios, o a un po-sible efecto sobre la sucesiva fecundidad) es el de las
relaciones entre mutación del sistema hipofisario, hipotalámico y límbico, y
el equilibrio hormonal de la jovencita.
Quizá una imprudencia inaudita, que abarque a toda una generación,
podrá re-velarnos, con un experimento de masa, tos temibles efectos sobre la
regulación del humor, sobre la constitución del ca-rácter y sobre la
maduración de la con-ciencia y de los sentimientos influidos por condiciones
químicas perturbadas.
Creemos que en los países occidentales se ha dado vía libre a un
experimento que se extiende a toda una generación de jóvenes; sabemos que se
producirán efectos, pero ignorarnos sus dimensiones: por i primera vez hemos
arriesgado la vida afectiva e intelectual de toda una generación de
jovencitas. Aun cuando el daño no sea grande, sigue siendo una imperdonable
injusticia no haber hecho el experimento con animales, antes de hacerlo con
jovencitas.
Haut
Las manipulaciones del espíritu
Es ajeno a nuestro propósito discutir acerca de los desarrollos
recientes de la bioquímica y de (a farmacología del sistema nervioso central.
Ya se trate del des-cubrimiento del centro de percepción del bienestar, cuya
estimulación eléctrica provoca un relativo nirvana, o se trate del uso de las
drogas cuya difusión conocemos, no podemos pasar en silencio el riesgo de una
repercusión directa sobre el espíritu.
Por una parte, estamos a punto de conseguir la curación por medios
químicos de ciertas afecciones mentales muy graves, incluidos algunos estados
de debilitación congénita de la inteligencia (para muchas enfermedades estas
conquistas localizadas pero casi totales, son ya parte integrante de la
práctica médica); por otra parte, sería sorprendente que no fueran
descubiertos alucinógenos más potentes y más específicos que el L.S.D., o
euforizantes más estupefacientes que la misma heroína.
Nuestro poder, tanto para aliviar el dolor del espíritu como para
provocar deli-beradamente la inestabilidad de la razón bajo el impulso
absoluto de la necesidad de placer, irá necesariamente aumentando en el
próximo futuro.
Aldous Huxley definió admirablemente con el término "soma", es
decir, cuerpo, la droga deliciosa que provoca un estado artificial de alegría
total. Sin embargo, nos parece que la voluptuosidad continua de la mera
sensación será la antítesis de la actividad del espíritu.
Y precisamente en esto está el peligro. La Ciencia en sí no se ha
de temer, pero puede dar origen a las cosas mejores y peores, según sea
utilizada.
No se trata de tener miedo de la ciencia. Lejos de mí la idea de
impedir la investigación, como ha propuesto la resolución de la Academia de
Washington. Pero debemos considerar que los debates importantes que tendrán
lugar en los próximos diez o veinte años serán de carácter exquisitamente
técnico. Podemos darnos cuenta de ello considerando la energía atómica.
Nadie puede afirmar que en sí mismo sea positivo o negativo utilizar la
electricidad derivada del átomo. Mas puesto que se trata de saber en qué
lugar debemos construir una central y cuales son las normas de seguridad que se
han de respetar, se comprende que el moralista tenga que conocer la
tecnología.
En otras palabras, para respetar a nuestro prójimo, no necesitamos
saber cómo se producen las células reproductoras y los genes. Nuestra
sociedad, si quiere todavía respetar al ser humano, si quiere que sean
todavía respetables todos los individuos que la componen, tendrá que aprender
esta tecnología para después dominarla. El árbol de la ciencia está a punto
de cubrir totalmente a la humanidad, y nosotros debemos impedir que nos ahogue.
Este árbol produce frutos buenos y malos. Estamos obligados a escoger. Es
necesario que las sociedades modernas empiecen a comprender que la ciencia en
sí no es ni útil ni perjudicial, pero puede ser una cosa u otra según sea
utilizada para servir al hombre o para degradarlo.
Las manipulaciones de las que hemos hablado, son un peligro para el
futuro si consideramos el copiunto del planeta.
Mas el verdadero peligro está en el hombre; en el desequilibrio
cada vez más I inquietante entre su poder que va en aumento y su prudencia que
va disminuyendo.
Es sabio ser un buen aprendiz, es el deber de todo científico, pero
es una locura jugar a aprendiz de brujo; nadie puede jamás hacerse uno de
ellos.
Más allá de la inteligencia hay otra ley de vida que domina
incluso a la razón. Es el amor a los semejantes, la defensa del débil, la
compasión por quienes sufren y el respeto sin límites incluso por quienes
están lejanos, por los extraños, por los que son diferentes, y hasta por ios
desconocidos que nos sobrevivirán en esta tierra.
Las manipulaciones fuera del camino de la naturaleza no son
condenables, pero cuando el sentimiento del hombre se descarría debemos
considerar con justo temor la biología desnaturalizada.
|